lunes, 28 de julio de 2014

La cloaca

Hace tiempo intenté explicarme en varias entradas de este blog por qué me interesa tanto el holocausto y en particular el sufrimiento del pueblo judío. Creo que no lo conseguí. No sé si lo sé ni si, por lo tanto, puedo explicarlo.
Creo que voy tras la respuesta a esta pregunta que también me hice hace algunos meses:

¿Adónde va el dolor? ¿Dónde se mete tanto dolor? Porque el dolor ocupa, invade, coloniza. Y encharca los pulmones y no permite respirar. Y cierra el estómago y no permite alimentarse.Y acorrala al corazón y su latido resuena pesado, denso como un redoble de campana. Como una masa espesa e invisible se apodera de la persona y la transforma en una sombra sin voluntad. Solo dolor. Y la vida se convierte en un fardo insoportable que te hunde en un abismo desconocido que no quieres transitar, para el que no estás preparado. ¿Adónde va el dolor? ¿Adónde nos lleva?

Creo que es una fuerza tan brutal que nos debe de llevar a alguna parte. Y por eso, quiero indagar en ese foso para intentar comprenderlo y aprender y sentirlo solidariamente para acompañarlo y llenarlo de algún significado, de humanidad, de com pasión.

Sé que ha habido grandes fosos de dolor antes y después del holocausto  judío. Así que me toca entender por qué especialmente me conmueve este. Creo que, de algún modo, otros horrores se pueden explicar como  persecuciones políticas,ideológicas; por no pensar como los que querían imponer su ley y por la necesidad de eliminarlos para, así, eliminar obstáculos en la consecución del poder absoluto: la guerra y la postguerra española, la represión en el Cono Sur.... Incluso el sinsentido de las purgas estalinistas, los gulags, Corea.. con la locura que representan, respondían a un desquiciado afán de poder y de eliminación de los que no se ajustaran al patrón variable del que ejercía un poder absoluto y paranoico. 

Sé que el nazismo fue todo eso también, sin embargo esa necesidad de eliminar a un grupo por pertenecer a una religión, sin más, sin otros planteamientos; de quitárselo de encima, siempre me llamó la atención poderosamente. Ahora sé que, como siempre, había un motivo económico detrás, claro. Se demonizó a todo el grupo con la teoría biologicista que apoyaba la idea de que eran una raza (falso) con unas características intrínsecas que los convertía automáticamente en  falsos, traicioneros, taimados, usureros, ladino (es interesante constatar cómo la palabra denomina la lengua de los judíos sefardies y al mismo tiempo sea un adjetivo que signifique astuto, sagaz, taimado). Esa fue la excusa que a todo el mundo le convino para expoliar a una parte de la población con un fuerte poder económico (y también cultural).
Eso hizo que me interesara por dicho grupo. Por su historia. Aunque como siempre, la diferencia que hacen entre hombres y mujeres, me sitúa en una posición de rechazo total, sean cuales sean sus otras propuestas. 

Supe que ¿el pueblo judío? siempre había sido perseguido.  Quizá tenga alguna explicación el hecho de que sean monolíticos. Son un grupo heterogéneo pero unido por sus creencias. Cerrado, impermeable, endogámico.
No sé. Habría mucho que leer y reflexionar.

Sin darle muchas más vueltas, el horror de Auschwitch se me aparecía como el terror absoluto en la puerta de mi casa, como ya expliqué. 

Este mes he estado en Terezin. Una experiencia única como único es el lugar.
La fortaleza que lo contiene es una obra de ingeniería increíble que los nazis utilizaron como fosa natural para un campo de concentración: se encontraron con el trabajo hecho. Una cárcel casi inexpugnable para instalar el delirio de su infierno de nuevo. 
















Este mes he estado en el barrio judío de Praga y he visitado sus sinagogas, su cementerio centenario.







Este mes no he podido sentir piedad ni "com pasión" con el pueblo judío y con todo el dolor que sufrió en esos caminos que he transitado, en esos estuches de dolor que son los barracones las celdas de castigo, las morgues, los guetos. 
No he podido sentir admiración por un pueblo que venera su pasado y lo protege y encuentra en su historia, sus libros y sus tradiciones la razón de ser y de vivir. 
No he podido estar a su lado y me he sentido vacía. Traicionada. 
No podía sentir fraternidad por las personas que habían sufrido tanto y que ahora, años después, someten a otro pueblo a condiciones de vida y de exterminio que en nada se diferencian de las que ellos sufrieron.
Me he sentido hueca. Toda mi vida me ha acompañado mi interés y mi solidaridad con el dolor de ese grupo devastado durante la segunda guerra mundial. Y ahora ya no estaba.

No puede ser que la respuesta a mi pregunta inicial, ¿adónde va el dolor? sea, a generar sistemáticamente más dolor, a no ser nunca más víctimas para ser los verdugos, a infligir humillaciones y a deshumanizar a quien nos moleste o queramos convertir en nuestro enemigo.  

No puede ser que los dibujos de los niños judíos de Terezin echando de menos su casa,
su vida anterior- a la que nunca volverían-;







 los dibujos que sirvieron como catarsis de ese infierno en el que sea había convertido su vida  
sean el tapiz donde ver reflejados los ojos asustados de los niños palestinos que no entienden por qué, incluso, les arrebatan la miseria y la injusticia en la que viven cada día; para lanzarlos a la muerte, la orfandad  y la destrucción total.

Los nazis quisieron engañar al mundo con una puesta en escena de un Terezin paradisíaco. Una especie de retiro plácido en el que sentirse seguros y felices. Una producción realizada para engañar a la Cruz Roja y a la comunidad internacional sobre lo que estaba pasando en los campos de concentración nazis.

Los actuales no se andan con medias tintas, no intentan falsear la realidad salvo en su justificación: el mundo entero está siendo testigo de la barbarie. Pero el resultado es el mismo: las víctimas están solas y no pueden creer que les esté pasando. La pesadilla narrada en tecnicolor y el resto del mundo viéndolo con la misma pasividad con la que la Cruz Roja y el resto del mundo vio la película sobre el gueto de Terezin. 

Sentada en la sala de cine donde los nazis disfrutaban de sus películas, donde con toda probabilidad vieron esa cinta que maquillaba la realidad y que burlaba al mundo entero, sentí el escalofrío de estar sentada en el nido de la serpiente.
El mal absoluto sentado cómodamente en esas sillas de madera, dispuesto a reírse del mundo y conseguirlo. Como ahora.

No he podido sentir nada en esa visita y sé que me han arrebatado algo para siempre.

En las sinagogas de Praga, había muchos judios y mis ojos los miraban incrédulos con una pregunta constante en mi púpila: ¿Qué piensas de lo que está pasando en Palestina? ¿Ser vuestros "enemigos"  justifica lo que estáis haciendo desde hace 60 años? ¿Qué diferencia hay entre los nazis y vosotros? ¿Que os defendéis? ¿De piedras? ¿De niños?
 Hitler también quiso proteger al pueblo alemán de vuestro poder económico y vuestra naturaleza perversa. ¿Dónde está la diferencia? ¿Qué diferencia vuestra superioridad militar del rodillo y la maquinaria que os arrasó en Europa hace ya 70 años? ¿Dónde está la diferencia? 

El exterminio de Gaza invalida todo el sufrimiento del pueblo judío durante la segunda guerra mundial y lejos de sentir que lo justifica (jamás seré una nazi como ellos), siento que el estado de Israel es el estado nazi de nuestros días. 

En mi camino de acompañamiento al dolor, de acercamiento a tanto dolor que se sufrió en Europa durante la segunda guerra mundial por parte de ese pueblo, me he quedado sola. Y la imagen que tengo de los fusilamientos masivos de pueblos enteros, desnudos al borde de una fosa inimaginable, madres con niños en sus brazos, ancianos con ojos desorbitados, miles de personas indefensas, sin poder entender el aquelarre que estaban protagonizando porque escapaba a cualquier posible imaginación (Las benévolas); en ese mar de dolor, de sangre, las ganas de vomitar, de llorar ante la locura se multiplican exponencialmente ante la injusticia y la indefensión de un pueblo expulsado y sometido durante años a una masacre que estos días es total.

Me siento traicionada. Yo, que no soy judía ni tengo nada que me una a ellos. Pienso que todos los muertos en esa locura que fue el nazismo están revolviéndose en sus tumbas, en las cenizas a las que los redujeron, al ver que ellos son ahora los asesinos. Cenizas, dolor, tanto dolor, traicionados y convertidos en lo mismo que los aniquiló.



El horror es comprobar que la respuesta a mi pregunta es simplemente eso.¿Adónde nos lleva el dolor? A más dolor. Al terror. Ante esa respuesta no hay escapatoria, ni esperanza. Y el mundo se convierte en una enorme cloaca.




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